El día de ayer les contamos del nuevo camino que alcanzaron varios jugadores venezolanos en Estados Unidos, acordando con diferentes instituciones educativas en donde formarán parte de sus equipos de baloncesto.
Hoy les traemos a otro de ellos, pero uno que jugará en la División I de la NCAA, el base Máximo Ortega, que a partir de esta temporada por iniciar estará con Wofford College, en la Southern Conference. Jugador que entrevistamos en SeHablaBasket.com hace tres años.
A continuación, un texto obtenido de la página web ppchsnews.com en donde cuentan un poco de la vida de este joven jugador de origen venezolano.
A los tres años, Máximo, Max, Ortega, tomó una pelota de baloncesto por primera vez, apenas capaz de driblar, en su patio trasero, con su padre a su lado. No sabía entonces que la esfera naranja que apenas podía sostener de niño marcaría los siguientes quince años de su vida.
Ahora, a los dieciocho años, Max firmó un contrato que consolida su compromiso con el Wofford College para jugar baloncesto en la División I. Durante este proceso, su padre, su principal apoyo, estuvo a su lado, apoyándolo desde la banda.
El camino de Max comenzó igual que el de muchos otros atletas: sus padres lo inscribieron en una liga recreativa de baloncesto y, a partir de ahí, fue historia. Conforme crecía, el baloncesto se convirtió en parte de su vida diaria, y no recordaba un solo día en el que no hubiera jugado.
Luego pasaría a jugar baloncesto AAU (Ametuer Athletic Union) para equipos como Miami Tropics, Team Loaded y Florida Pro.
Después de su temporada con los Tropics, Max iría a Doral Academy High School para su primer y segundo año, donde durante esos dos años promediaría 4.6 puntos, 2.3 asistencias y 2.1 rebotes por partido; sin embargo, al llegar a su tercer año todo cambiaría.
Este cambio estuvo marcado por la decisión de transferirnos a nuestra propia Pines Charter, y a partir de ahí, fue historia. Max sería el base titular de los Jags; en su tercer año promedió 9 puntos, 3,4 asistencias y 2,9 rebotes por partido.
Esta sería una temporada monumental para él, ya que ayudaría a liderar al equipo a un récord de 25 victorias y 4 derrotas y a ganar el campeonato estatal. A partir de ese momento, el cielo era el límite y nada podía detenerlo.
Durante la temporada baja, iba a jugar baloncesto AAU para Team Loaded y Florida Pro, donde sus destacadas actuaciones le valieron el reconocimiento de varios medios de comunicación que lo elogiaban por su habilidad y capacidad para controlar la cancha.
Cuanto más mejoraba, más publicidad recibía y esto llevó a que Max tuviera cinco ofertas universitarias oficiales al llegar a su último año; Max, humildemente, todavía recuerda la sensación de recibir esa primera llamada telefónica de un entrenador ofreciéndole jugar para su escuela.
Fue increíble. Recuerdo que mi papá no paraba de abrazarme y me sentía muy orgulloso de mí mismo, pero sabía que había que esforzarse para llegar hasta aquí. Confié en Dios para que guiara mi trayectoria en el baloncesto, y traté de que ese momento no me definiera como jugador ni me afectara.
Y una tras otra, Max obtendría cuatro becas universitarias más de escuelas importantes como Coastal Carolina y FIU, pero solo había una escuela que se sentía como su hogar.
A principios de octubre, Max viajaría a Carolina del Sur en una visita oficial al Wofford College, donde conocería a los entrenadores, recorrería las instalaciones y se enamoraría de la escuela que llamaría hogar en el otoño.
“Cuando fui de visita, no me sentí como si fuera una visita, me sentí como si ya fuera parte de lo que tenían; como si ya fuera parte de su familia y su comunidad”.
El 9 de octubre, anunció su compromiso oficial con Wofford College a través de Instagram con sonrisas por todos lados.
La trayectoria de Max ha tenido sus altibajos, pero son las personas y las creencias que lleva en el corazón las que han forjado su carácter y el jugador que es hoy. Una de esas personas es su padre: «Siempre me anima a mejorar, y solo quiero corresponderle todo lo que ha invertido en mí».
Estar agradecido por tener una persona cariñosa y comprensiva que le quita de la cabeza el estrés mental del baloncesto: "Me mantienen humano".
Lo más importante es que atribuye su éxito y este logro a su Señor y Salvador: Jesucristo. Max no solo no teme expresar su fe, sino que la integra en su estilo de vida.
Poner a Cristo en el cristianismo y aplicarlo a mi vida me ha llevado adonde necesito estar y adónde voy. No lo sé, pero sé que Dios sí y confío en su plan.
Es esta fe ciega la que él reconoce que es la clave de su vida, y es a Dios a quien agradece cada día por esta oportunidad de jugar en el siguiente nivel.
Este año, Max ha sido clave para el éxito de los Jaguars, con un promedio de 15 puntos, 2,7 asistencias y 4,4 rebotes por partido.
Al comparar sus estadísticas de primer y último año, se hace evidente el crecimiento en su capacidad para impactar positivamente en la cancha. Sin embargo, siente que aún le falta algo; se esfuerza por que el baloncesto forme parte de su vida el mayor tiempo posible, ya sea en la NBA o jugando en el extranjero, mientras crece como jugador y como persona.
En el papel, Wofford obtendrá un base aguerrido de 1,88 m que promedia quince puntos por partido, pero no saben que están obteniendo un jugador con corazón, empuje y un amor natural e inquebrantable por el juego.